Sí, leíste bien. Andrew Christian, la marca de ropa interior que por más de dos décadas definió parte de la estética queer más atrevida, sexy y colorida del mundo, anuncia su cierre definitivo. Su fundador, Andrew Christian, ha decidido retirarse del juego de la moda y llevarse consigo el legado de su marca. Es, sin duda, el final de una era que marcó a toda una generación dentro y fuera del clóset.
Fundada en 1997, la firma nació como una propuesta fresca, provocadora y sin miedo a mostrarse. Con el tiempo, Andrew Christian se convirtió en mucho más que una marca de ropa interior; fue un símbolo de confianza, visibilidad y erotismo positivo para hombres gay alrededor del mundo. Con campañas irreverentes, desfiles llenos de sensualidad y productos que abrazaban con orgullo la identidad queer, la marca conquistó tanto a consumidores como a críticos. Pero en un contexto cada vez más conservador, con la competencia de marcas de fast fashion como Shein o Temu y una industria que prioriza lo barato antes que lo auténtico, el terreno se volvió insostenible.
En declaraciones al sitio Queerty y en una carta publicada en el blog de la empresa, Andrew explicó sus motivos con honestidad. “Sentí que era momento de cerrar este capítulo con propósito e integridad, en lugar de seguir por miedo o costumbre”, dijo. “Andrew Christian ha sido la obra de mi vida, mi espacio creativo y también un refugio para tantos en la comunidad LGBTQ+ —incluyéndome a mí mismo—. No fue una decisión fácil, pero sí la correcta”. Palabras que denotan no sólo cansancio, sino también un acto de amor y respeto hacia la historia construida.

La marca intentó venderse, pero las grandes compañías de moda no mostraron interés. Y es que, como lo expresó el propio Christian, una marca de ropa interior abiertamente gay no resulta atractiva para muchos inversionistas en el clima político actual. Por eso, aprovechó la ocasión para lanzar un llamado urgente: “Si la comunidad LGBTQ+ no apoya a otras marcas gays, bares gays y negocios similares, no quedará nada. Estamos en un momento crítico en el que debemos tomar decisiones conscientes sobre dónde gastamos nuestro dinero, o perderemos los espacios y marcas que nos han respaldado durante décadas”.
Como todo negocio, Andrew Christian también tuvo sus momentos polémicos. Desde un modelo de ropa interior decorado con la bandera de Ucrania en plena guerra hasta un arnés con la palabra “slave” que fue duramente criticado, la marca cometió errores que le costaron credibilidad. Sin embargo, sería injusto borrar su enorme impacto por esos deslices. Andrew Christian visibilizó cuerpos diversos, erotizó la libertad gay y ofreció a muchos la posibilidad de verse reflejados en una industria que, hasta hace no mucho, los ignoraba.
Ahora, mientras nos acercamos al cierre de sus operaciones previsto para fin de año, muchas preguntas quedan en el aire. ¿Quién tomará el relevo? ¿Qué marcas sobrevivirán si no se fortalecen los lazos dentro de la comunidad? ¿Dónde comprará su ropa interior el chico que alguna vez se sintió poderoso al usar unos briefs con el logo de Andrew Christian por debajo de su ropa?
El legado de esta marca no desaparecerá fácilmente. Aunque los escaparates se vacíen y las campañas cesen, quedará en la memoria colectiva como un grito de orgullo, sensualidad y pertenencia. Andrew Christian no solo vendía ropa interior: ofrecía una experiencia, una identidad, una afirmación. Y eso, por más que cambien las modas, siempre tendrá un lugar en el corazón de quienes alguna vez encontraron allí una parte de sí mismos.
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